Este es mi primogénito.
Cuando estalló mi vientre
se confundió su llanto con el mío
y el río de mi sangre
se prolongó y se desbordó desde mi cuerpo
para echarse a correr por su cuerpo pequeño
tan vulnerable y frágil,
tan ávido de amor, tiempo e insomnio.
¡Quién pudiera imprimir
en su alma inmaculada
cual una hoja en blanco,
tan sólo cosas buenas,
tan solo cosas bellas,
tan solo cosas puras!
Helo aquí:
Se ha convertido en hombre en un suspiro
-me parece mentira-
Toda nobleza su alma
y templanza de mar,
y cantar de los ríos,
y fortaleza de árbol.
Él me cura de ausencias,
de nostalgias, cansancios y tristezas
con abrazos tan tiernos y apretados
cada vez que regresa.
Y yo, desde el silencio, conmovida,
le doy gracias por él al Cielo y a la Vida.
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