Cristóbal Colón partió del
Puerto de Palos de Moguer un día de verano tórrido en el hemisferio norte,
cuando se iba terminando el siglo XV.
Estaba seguro que
navegando siempre hacia occidente llegaría a Las Indias y si seguía avanzando un
poco más volvería al punto de partida, porque dentro de su cabeza la Tierra era
redonda.
Y efectivamente, llegó y tuvo
la certeza de que así era.
Pero al final nadie se
enteró.
Cuando al mando de la
carabela de la reina se encontraba a un tiro de piedra de la costa, los
habitantes de estas tierras lo tomaron prisionero. En medio de la resistencia
algunos tripulantes murieron, otros escaparon y los heridos fueron llevados
para ser curados por los chamanes y los brujos con fuegos y yerbas.
Después no se supo de
ellos, porque los cambiaron como mercancías exóticas por papas y maíces con
tribus remotas.
A Colón le asignaron una mazmorra
especial para gente venida de otros mundos.
Al principio no quería comer, sólo aceptaba unos tragos de agua por la mañana.
Pero más tarde trató de
comunicarse con la joven que le alcanzaba esa calabaza llena de chorros de
rocío cada vez que salía el sol.
Primero fueron dibujos en
el piso de tierra.
Luego gestos.
Hasta que se acercaron
tanto que empezaron a mirarse y entenderse.
Se aproximaron con miradas
arreojadas, esquivadas, soslayadas, oblicuas, diagonales, rectilíneas, paralelas, directas, punzantes, agudas, penetrantes, subterráneas y profundas.
Inventaron palabras
explicativas atragantadas, cavernosas, masculladas, apretadas, desesperadas, temblorosas,
abatidas.
Se entendieron con voces largas,
altas, canturreadas, destempladas, ondulantes, bajas, guturales, balbuceadas,
gemidas.
Se descubrieron bajo el
sol, la lluvia, el granizo, la niebla, las sombras, las lobregueces.
Se atraparon, se cataron,
se bebieron, se tragaron, se absorbieron, se consumieron y se consumaron.
Y se olvidaron de dónde
venían y hacia dónde iban.
Y por eso no hubo América
y España.
No hubo indios y blancos, ni
mita y yanaconazgo.
Ni Pizarro y Almagro, ni
fortines y viruela, ni campañas al desierto.
No hubo negros, ni
esclavos, ni chicha, ni limonada.
Ni nada.
Ese fue el otro Colón.