PRESIDIARIA
Cantó el gallo.
Cómo
quisiera tener una silla un poco alta, para colgar las piernas y balancearlas a
modo de dos péndulos. No sé si habrá afuera sol o nubes. Acá siempre es invierno.
Las primaveras migraron quién sabe adónde. Pero era primavera aquella tarde.
Primavera y llovía. Lo que no recuerdo es si había o no arco iris, si hacía
frío… ¡hace ya tanto!
Después me quedé sin tiempo, se
me fue olvidando de las manos, resbalando por el piso impregnado de orines,
trepando pared arriba hasta alcanzar la claraboya, escurriéndose entre las
rejas, los patios, para ganar la calle, el campo, el cielo.
Con mi prisión perpetua a
cuestas, con mi fría condena de morir para siempre, de vivir para nunca. Toda
silencio y soledades. Huérfana. De padres, de hijos, de todo. De afectos, de
caricias, de visitas.
Mi hermana a veces venía y me contaba estrellas y
lloviznas, pero a mí me ganaron los barrotes y a ella se la fue tragando el
alcohol gota a gota...Y me quedé sin nada.
La gente nace, muere, pasa. Yo
sólo transcurro en este averno, y no encuentro manera de escapar.
Otra vez cantó al gallo y
necesito una silla, que sea bien alta, que mis piernas se cuelguen y pendulen…
adelante, atrás, adelante, atrás…
Algunas tardes el reuma me da una
tregua, y apoyando la espalda en la pared cierro los ojos y me marcho. Siento
como que el alma se me va desprendiendo y se aleja de los barrotes en una
suerte de vuelo rasante, y se va buscando la casa de la niñez, la casa de
ladrillos sin revoque a la orilla del pueblo, hecha de hambres y de ausencias.
Feliz
a su pesar. Dicha de azúcar y vinagres, casi remiendo y pies descalzos, casi
hiel y rayuela.
Entonces todo vuelve al punto de
partida. Todo gira y retorna, como una monótona y cruel rueda. Mi infancia
rota, cercenada. Mi odio duro, impenetrable, cerrado, por donde no puede
filtrarse el arrepentimiento. Y de nuevo mi mano se alarga al cuchillo, una vez
y otra vez, y mil veces. Y otras tantas revuelve la carne caliente para que se
cumpla el juramento. Y entonces algo se vuelve a lavar con la sangre.
Otra vez cantó el gallo.
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