Tomó el atajo. Siempre había seguido el camino
público aunque sabía que por allí también se llegaba. El día había sido agitado
pero nada especial, sólo rutina, demasiadas llamadas, notas, el calendario que
como siempre resultaba estrecho y el feriado largo que no llegaba.
Quizá si se detenía un rato en el bosquecito, estiraba un
poco los músculos, trataba de relajarse como había visto en unas clases de yoga
por el canal de cable, tratando de no pensar en nada. Eso. No pensar en nada.
No debía ser tan difícil si tantos lo practicaban a diario. Y por qué no sacar
el anotador y escribir una frase o dos, una reflexión. Aunque
las redes estaban ya tan saturadas de reflexiones, como que se habían
convertido en moda y de pronto todo el mundo se lanzaba rumiando ideas copiadas
con palabras diferentes.
Pero bueno, no. La idea era no pensar, no pensar. Nada
fácil. La cabeza era algo parecido a una
licuadora. Daba vueltas, centrifugaba, no se detenía.
Al mirar el
tablero supo que había transcurrido una hora desde que saliera del trabajo. Las
marchas se escalonaron casi automáticamente, la velocidad fue aminorando, pasó
el puentecito, los sauces, el portón de quebracho. Continuó acompañando la marcha lenta del hilo de agua
y sin darse cuenta fue abandonando los pensamientos.
Por un instante pensó que debía haber invitado a alguien
a compartir ese espacio silencioso y alejado de todo, donde parecía imposible
negarse al aquietamiento del cuerpo y el espíritu.
Puso seguro al auto desde el colchón de hojarasca donde
se había tirado, escucho el print!! como si estuviese a un kilómetro. La
espalda contra el suelo le resultó una gloria. La copa del árbol era muy grande
y lo suficientemente rala para dejar pasar un poco de luz.
La mano pasaba por la columna vertebral de una manera
suave, deslizante y sostenida. Sintió la
necesidad de llenar los pulmones una y otra vez, soltando algunos suspiros de
alivio y placer. Cerró los ojos y se concentró en el ritmo de la respiración,
los latidos, el viento, el río, las hojas.
Las inhalaciones se fueron haciendo espaciadas y suaves,
cada vez más.
La primera piedra le pegó en la mano. Pensó que se le
había roto al menos una falange. Abrió los ojos y vio los nubarrones totalmente
oscuros arremolinándose de una manera violenta. El árbol a su costado giró con
un fuerte quejido y se alejó llenándole la cara de terrones. La segunda piedra
se precipitó sobre su rodilla. Se retorció de dolor. La alarma del auto comenzó
a chillar de una manera desafortunada para sus oídos, mezclándose en el aire
saturado de electricidad, ráfagas estrepitosas, objetos que volaban, rayos… la
mano le dolía atrozmente y no alcanzaba a tomar la llave para desactivar la
alarma. El sol giraba en redondel. El aire olía muy raro.
Después llegaron las niñas, la negra y la blanca. La
primera con un vestido transparente e inflado casi como un tutú, completamente
negra y mohína, con una sonrisa toda nívea. La segunda era blanca, pero de una
blancura traslúcida, tanto que al
trasluz gelatinoso se veían unas
arterias azul claro y globos verdosos desplazándose con armonía por su anatomía interior. Su mirada
era también de un verde acuoso lucía pacífica, dulce podría decirse. Comprendió
que estaban hablando o más bien comunicándose sin mover un solo músculo, si es
que esto las componía. La tomaron una de cada mano, benévolas, y comenzaron a
ascender a través de la tormenta en un vuelo suave y veloz.
Un espécimen del sexo
1 a-z, apto para reproducción y/o clonación. Posee conocimientos
rudimentarios sobre comunicación mental
y se descubrió que puede establecer contacto a través del sistema
arcaico de comunicación oral. Pertenece a la estación Merex 227. No se
encontraron seres del sexo 2, 3 ni 4, por lo tanto quedará a manera muestra
para los turistas, como embajador de su galaxia, y sólo se permitirá tomar
imágenes digitales desde la distancia señalizada al exterior de la cápsula.
Cualquier contacto con su membrana externa será penado, bajo delito de intento
de copia o clonación ilegal.
Una fuerte tormenta arrasó ayer la localidad de
Manizales, ubicada al noroeste de la ciudad de Córdoba. El fenómeno del niño
volvió a azotar esta región dejando un saldo de siete víctimas fatales, además
de voladuras de techos y árboles. Una mujer fue rescatada al lado de un puente,
severamente golpeada por un árbol que fue arrancado de cuajo por el viento. Se
encuentra en terapia intensiva en estado de coma profundo y con diagnóstico
reservado.
-Abu, esta tarde vienen las chicas, las invité para
que vos les cuentes la historia de la Niña Negra y la Niña Blanca, porque a mí
no me la creen. Además dicen que no puede ser que tengas 124 años y en la foto
estés más joven que mamá.
-¡Oh, voy a tener que empezar a teñirme color platino, a
ver si me dejan de joder!
Además estoy harta de ser joven. Ya vendrá otra tormenta
de esas, las del Niño, y en otro viaje yo voy a arreglar todo esto.
Nancy 03/07/13
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