jueves, 30 de mayo de 2013

AROMAS



En el patio de tierra recién barrido transcurre  la fiesta diaria de los niños que dejan pasar las horas polvorientas, envueltos sus juegos en viento norte y saeta de   chicharras.
Tiempo mágico, reino de la infancia donde todo es posible, y sin ser ninguna estampa de libro de cuento la siesta toda encarna el cuadro vivo. 

Aquí la madre inclinada sobre la máquina de coser y el balanceo del pedal con su monotonía de tras tras. Allí el aroma dulce de la madreselva,  esparcido a sus anchas por el huerto, corriendo liviano sobre el caminito para apurar, a la caída del sol, el abrazo del padre que huele a trabajo, a entrega, a leña.

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