domingo, 17 de abril de 2011
AUSENCIA
Con las manos marchitas desgarraré mis días
si esta maldita guerra me arrebata tu vida
mi alma se irá contigo al confín de Malvinas
hijo, que si te matan me moriré contigo.
¿Cómo podré vivir sin sol por las mañanas
ni estrellas en las noches, sin tus largos abrazos?
Madre, que si me matan estarás orgullosa
de haber parido un héroe, un soldado arrojado.
Cumpliré con la Patria y no habrás de perderme,
que en las noches oscuras encontrarás mis ojos
y en los amaneceres sentirás mi calor.
Mi amor, que si te marchas tal vez nunca conozcas
este fruto pequeño que late en mis entrañas.
¿Y qué voy a decirle cuando por vos pregunte
entre cuentos y rezos y fotos desteñidas?
Le dirás que su padre lo amó antes de abrazarlo
y lo amará por siempre, y guiará sus pasos.
Que desde las trincheras con el gélido viento
le enviaba sus canciones, lo imaginaba fuerte.
Mamá, dime de nuevo, ¿cómo hablaba mi padre?
¿Qué canciones cantaba, qué postres prefería?
¿Me le parezco en algo? ¿Te acuerdas de sus ojos?
¿Te parece que iría a la cancha conmigo?
Ya sabes que tu padre era alegre y osado
y como vos tenía hoyuelos en la risa.
Te hablaba en voz muy baja con su mano en mi vientre.
Te guía en cada paso, te abraza con mis brazos.
Ya no llores mamita, porque hoy en el partido
¿sabes? al gol más lindo que hice para mi equipo
sentí que lo pateaba el botín de mi padre,
de esos que siempre guarda en un baúl la abuela.
Y entre abrazos y risas, medallas y sollozos,
van quedando dormidos en la quietud nocturna.
Y el soldado en sus sueños otra vez los visita
y les canta canciones con dulzura infinita,
y les cuenta ese cuento, el que tanto les gusta,
del planeta sin guerras con sus hombres sin odios.
Nancy Mansur
miércoles, 13 de abril de 2011
LÁGRIMAS DE LUNA
Era bella la tarde, olía a verde y trinos
pero ella no tenía adonde ir a llorar.
Se sintió desolada, mordida por el llanto
que desde sus abismos pugnaba por brotar.
Detonaba en sus sienes, martillaba en sus ojos
y las lágrimas yertas negábanse a estallar.
Tan huérfana y desierta caminó aquella senda
hasta el triste sepulcro de los que otrora amó
y allí soltó el torrente de dolor reprimido,
de antiguas frustraciones y viejo desamor.
No supo cuánto estuvo llorando en sus rodillas
hasta volverse nada en posición fetal.
Como cuando era niña deseó morir de pena
en blanca vestidura de escarcha, gasa y tul
y castigar severa a los que injustamente
nutrieron sus angustias, majaron su pesar.
Cayó la noche lúgubre, la salpicó de estrellas
la bañó con su luna y de pronto sintió
que ya no estaba sola, que era la niña fuerte
y vio cómo su padre la venía a salvar,
la cargaba en sus hombros y le mostraba el cielo
con sus blancas Marías y con la Cruz del Sur.
La encontraron tendida en la fría mañana,
su cuerpecito laxo presagiaba la paz.
Ya no era aquella anciana de cabellos grisados
y piel de pergamino y endeble caminar.
La sepultaron niña, su piel toda rocío,
en su frente la luna y en su melena el sol.
TARDE
¿Por qué tuvo que oír después de tantos años
de silencios ya mustios una loca llamada
trayendo a los oídos el eco de esa voz?
Lo sabía guardado entre viejos recuerdos,
en un diario empolvado de ingenua adolescente
que escribía poemas soñando -niña ilusa-
con el amor eterno sin penas ni dolor.
¿Por qué? si hoy es esposa, y es la madre abnegada,
y hasta la tierna abuela sin derecho a soñar,
que enterró su pasado junto a sus ilusiones,
que dejó de ser ella y vivió por los demás.
¿Por qué tembló de nuevo al oír sus palabras?
¿Por qué se quedó muda sin poder contestar?
¿Por qué soñó esa noche aquel beso tan tierno?
¿Por qué pasó la vida? ¿Por qué los separó?
¿Qué sueños se esfumaron? ¿Qué caminos erraron?
¿Qué palabras callaron? ¿Qué viento las voló?
¿Fueron o no felices? ¿Qué es lo que no olvidaron
si aquello que soñaron de verdad nunca fue?
¿Y qué loca ironía ahora los reencuentra
a través del sonido de un tonto auricular?
Tal vez existen hilos brillantes o invisibles
que conectan las almas para siempre jamás
y aunque quieran negarlo o intenten olvidarlo…
Tal vez ahora es tarde...
Tal vez... ¿Quién lo sabrá?
Nancy Mansur
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