-¿Qué
habrá ahí atrás?-
Y
se encaró al espejo. Dio un paso al costado, al otro lado. Se miró de perfil,
de frente, de reojo. Sintió curiosidad. Apoyó las dos manos sobre el bisel. No
sabía qué estaba buscando. Trató de hurguetear dentro de su cabeza a través de
los ojos. Pero cuando se aproximó todavía otro poco, otro poquito más,
descubrió que tenía... ¡Un solo ojo!- Grande y en medio de la frente, profundo,
hueco como una puerta de entrada. Se
acercó, se acercó y en un tris se metió por el ojo único y se dio vuelta como
una media. Escuchó el ¡clap! de la
caída sobre el piso de la pieza opuesta…hasta hacía un segundo. Y se miró los
pies.
-¡Menos mal que estoy descalzo, porque me he dado vuelta!
-Las uñas estaban volteadas hacia adentro y los pelos también.
-¡Soy un ser contrahecho!-
Y sin despegar las manos enrevesadas del borde, dio un peligroso salto y se invirtió otra vez por el orificio ocular. Alejó lentamente el rostro del cristal y volvió a ver sus dos ojos, los de siempre…pero el derecho estaba a su izquierda. Siempre había tenido ese lunar chiquitito debajo del ojo derecho--Bien. Estoy del otro lado del espejo-
Ya más orientado se dispuso a vestirse. Las medias estaban en la cómoda. Tropezó con la mesita de noche. Claro, la izquierda estaba a la derecha, por ende la derecha tenía que estar a la izquierda. Se quiso sentar al borde de la cama para ponerse las zapatillas pero cayó al techo y se quedó muy tranquilo cabeza abajo, mirando hacia el piso cómo la araña tejía con comodidad sobre el ventilador -Siempre estuvo colgando-
Caminó con cuidado por la pared en un ángulo recto muy extraño y se vistió. Asomó por la ventana y notó que la casa de su anciana vecina estaba en el lugar de su propia casa, y la suya se había mudado a la vereda de enfrente.
-¡Qué lío! ¡Lateralidad, qué mal! Arriba, abajo, al norte, al sur... ¿de qué, de quién, de dónde?
-Al fin, haciendo cálculos mentales, acertó la puerta del frente. Caminó; se sentía inconexo, raro.
-¿Soy yo? ¡Malditas coordenadas!-
Se dirigió a la casa de la anciana para saber si necesitaba algo y de paso compartían un tecito como otras veces.
-¡Pero qué mala resultó ser esta viejita! ¡Tratarme de esa manera! ¿Me ha confundido o estará enferma? ¿Llamaré a su hija? Me olvido que estoy al revés o esta pobre mujer también está invertida.
A su pesar saludó cordialmente a la señora tratando de secarse con disimulo el sudor de la frente.
-¿Con la mano izquierda? Nunca he sido zurdo-
Y se dispuso a seguir su paseo por el barrio. Lo que vio a continuación volvió a desconcertarlo. Según el plano que trataba de armar en su confundida cabeza, estaba justo ante la puerta de sus vecinos peleadores -así los llamaba porque cada mañana se gritaban desde temprano- Pero ahora estaban ahí, tomados de la mano, hablando bajo y por lo que se veía muy cómplices y amables.
-Parece que la gente puede aborrecerse, pero del revés llevarse de maravilla-
Pensó en completar el recorrido alrededor de la manzana. A todos los moradores no los conocía, pero sí a unos cuantos. Por ejemplo los chiquitos ricos de la esquina, conectados siempre a una máquina de jugar, pálidos, viendo pasar el mundo por las ventanas ahora se acercaban en bicicleta.
- ¿Cuándo fue que aprendieron a pedalear?
-Lo más inesperado fue ver cómo les cedían sus bicicletas nuevas a cambio de un abrazo a los chicos pobres que venían cada mañana del barrio bajo a pedir un poco de pan o yerba para el desayuno.
Tuvo otra visión.
-Estoy entendiendo, mirando en espejo algunos tienen mucho y no poseen nada, otros lo poseen todo y sin embargo no tienen nada -
Estaba próximo a pasar por el quiosco y comprar algo para el desayuno.
–Pobrecita la chica del quiosco, con su mirada siempre triste. Hoy veo otra luz en sus ojos. ¿Cómo es en realidad? ¿Estará del revés? A lo mejor todos tenemos un derecho y un revés-
Cabía la posibilidad de que ella hubiese permanecido todo el tiempo al revés, por eso estando él al derecho nunca la había visto correctamente.
-¡Esto es matemática pura! ¡Eureka! Eureka!-
Revés-Revés= Derecho.
Derecho-Derecho= Derecho.
Derecho-Revés= Revés.
Revés-Derecho= Revés.
No todo es lo que parece. No todo lo que parece es. Todo tiene un derecho y un revés.
Lo acababa de descubrir. Pero claro. La chica nunca se enteraría que existían estas leyes.
Tuvo ganas de contarle lo que estaba experimentando y proponerle algo: mirarse directamente a los ojos bien cerca, bien cerca para encontrarse en un punto y dejarse caer en un lugar mágico. Pero no se atrevió.
-Dos facturas- pidió con timidez mirándose en el vidrio de la ventana.
Después saludó y se fue. Caminó siempre con el codo derecho apoyado a la pared -bueno, el codo izquierdo en este caso, hay que aprender a ver el revés de las cosas- hasta que se encontró parado ante la puerta de su casa. Corrió, se acercó al espejo, apoyó las manos en los bordes. Miró, miró hasta ser monóculo, se dio vuelta y cayó justo al lado de la cama.
-¡¿Las siete y cuarenta ya?! ¡¡Llego tarde!!
Se revirtió por el ojo, verificó que los pelos estuvieran del lado de afuera, los peinó con la mano, se puso el uniforme, saludó- nadie le respondió- cerró la puerta y salió corriendo para el colegio.
-¡Menos mal que estoy descalzo, porque me he dado vuelta!
-Las uñas estaban volteadas hacia adentro y los pelos también.
-¡Soy un ser contrahecho!-
Y sin despegar las manos enrevesadas del borde, dio un peligroso salto y se invirtió otra vez por el orificio ocular. Alejó lentamente el rostro del cristal y volvió a ver sus dos ojos, los de siempre…pero el derecho estaba a su izquierda. Siempre había tenido ese lunar chiquitito debajo del ojo derecho--Bien. Estoy del otro lado del espejo-
Ya más orientado se dispuso a vestirse. Las medias estaban en la cómoda. Tropezó con la mesita de noche. Claro, la izquierda estaba a la derecha, por ende la derecha tenía que estar a la izquierda. Se quiso sentar al borde de la cama para ponerse las zapatillas pero cayó al techo y se quedó muy tranquilo cabeza abajo, mirando hacia el piso cómo la araña tejía con comodidad sobre el ventilador -Siempre estuvo colgando-
Caminó con cuidado por la pared en un ángulo recto muy extraño y se vistió. Asomó por la ventana y notó que la casa de su anciana vecina estaba en el lugar de su propia casa, y la suya se había mudado a la vereda de enfrente.
-¡Qué lío! ¡Lateralidad, qué mal! Arriba, abajo, al norte, al sur... ¿de qué, de quién, de dónde?
-Al fin, haciendo cálculos mentales, acertó la puerta del frente. Caminó; se sentía inconexo, raro.
-¿Soy yo? ¡Malditas coordenadas!-
Se dirigió a la casa de la anciana para saber si necesitaba algo y de paso compartían un tecito como otras veces.
-¡Pero qué mala resultó ser esta viejita! ¡Tratarme de esa manera! ¿Me ha confundido o estará enferma? ¿Llamaré a su hija? Me olvido que estoy al revés o esta pobre mujer también está invertida.
A su pesar saludó cordialmente a la señora tratando de secarse con disimulo el sudor de la frente.
-¿Con la mano izquierda? Nunca he sido zurdo-
Y se dispuso a seguir su paseo por el barrio. Lo que vio a continuación volvió a desconcertarlo. Según el plano que trataba de armar en su confundida cabeza, estaba justo ante la puerta de sus vecinos peleadores -así los llamaba porque cada mañana se gritaban desde temprano- Pero ahora estaban ahí, tomados de la mano, hablando bajo y por lo que se veía muy cómplices y amables.
-Parece que la gente puede aborrecerse, pero del revés llevarse de maravilla-
Pensó en completar el recorrido alrededor de la manzana. A todos los moradores no los conocía, pero sí a unos cuantos. Por ejemplo los chiquitos ricos de la esquina, conectados siempre a una máquina de jugar, pálidos, viendo pasar el mundo por las ventanas ahora se acercaban en bicicleta.
- ¿Cuándo fue que aprendieron a pedalear?
-Lo más inesperado fue ver cómo les cedían sus bicicletas nuevas a cambio de un abrazo a los chicos pobres que venían cada mañana del barrio bajo a pedir un poco de pan o yerba para el desayuno.
Tuvo otra visión.
-Estoy entendiendo, mirando en espejo algunos tienen mucho y no poseen nada, otros lo poseen todo y sin embargo no tienen nada -
Estaba próximo a pasar por el quiosco y comprar algo para el desayuno.
–Pobrecita la chica del quiosco, con su mirada siempre triste. Hoy veo otra luz en sus ojos. ¿Cómo es en realidad? ¿Estará del revés? A lo mejor todos tenemos un derecho y un revés-
Cabía la posibilidad de que ella hubiese permanecido todo el tiempo al revés, por eso estando él al derecho nunca la había visto correctamente.
-¡Esto es matemática pura! ¡Eureka! Eureka!-
Revés-Revés= Derecho.
Derecho-Derecho= Derecho.
Derecho-Revés= Revés.
Revés-Derecho= Revés.
No todo es lo que parece. No todo lo que parece es. Todo tiene un derecho y un revés.
Lo acababa de descubrir. Pero claro. La chica nunca se enteraría que existían estas leyes.
Tuvo ganas de contarle lo que estaba experimentando y proponerle algo: mirarse directamente a los ojos bien cerca, bien cerca para encontrarse en un punto y dejarse caer en un lugar mágico. Pero no se atrevió.
-Dos facturas- pidió con timidez mirándose en el vidrio de la ventana.
Después saludó y se fue. Caminó siempre con el codo derecho apoyado a la pared -bueno, el codo izquierdo en este caso, hay que aprender a ver el revés de las cosas- hasta que se encontró parado ante la puerta de su casa. Corrió, se acercó al espejo, apoyó las manos en los bordes. Miró, miró hasta ser monóculo, se dio vuelta y cayó justo al lado de la cama.
-¡¿Las siete y cuarenta ya?! ¡¡Llego tarde!!
Se revirtió por el ojo, verificó que los pelos estuvieran del lado de afuera, los peinó con la mano, se puso el uniforme, saludó- nadie le respondió- cerró la puerta y salió corriendo para el colegio.
Nancy Mansur
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