miércoles, 7 de enero de 2009

RATÓN PÉREZ


El ratoncito Pérez... ¿Se acuerdan?

Esto va para mis hijos que crecieron y tal vez un día les cuenten a sus hijos, o a los hijos de sus hijos, que el ratón Pérez, el de los dientes, de verdad existe...
Vivieron ellos todas las fantasías, las disfrutaron y nosotros a través de ellos, por supuesto.
Y en alguna sobremesa, de vez en cuando recordamos la anécdota que ahora voy a narrar:
Vivíamos por esos días en una casa junto al río, y teníamos a cargo el balneario y la cantina.
Aquel invierno una rata se había metido en la casa invadiendo nuestros espacios.
Una mañana la vimos paseando por el comedor como Juan por su casa y arremetimos contra ella como una especie de patrulla armada para atraparla, mi esposo, mis dos hijos mayores, que tenían para entonces once y doce años y yo.
A mí me habían puesto en una puerta que daba al despacho, munida de una madera para interceptar el paso, llegada la ocasión, al pobre roedor.
Debimos haber hecho bastante alboroto, desde el momento en que despertamos a los pequeños de tres y cuatro años, porque en un momento apareció nuestra niña con sus rulos desparramados, gritando desde la puerta del dormitorio a voz en cuello:
-¡Por favor, no lo corran, no vayan a matarlo, él ha venido por mi diente!-
Todos nos miramos, y sin pronunciar palabra alguna, decodificamos el mensaje tácito. Abandonamos la búsqueda, ya habría tiempo para reparar los daños que pudiera causar el ratón. Había que salvaguardar la fantasía de Aylén.
Así fue como la ratita huyó y salvó su vida.
Debajo de la pata de la mesa nuestra niña encontró sus monedas a cambio de su diente y compartió la alegría con su hermanito, que trataba de aflojar anticipadamente sus incisivos para esperar la visita del eficiente y puntual ratón.
Seguramente hoy la rata continúa acarreando dientes de niños de cuatro años, y debe tener un castillo enorme, tapizadas sus paredes con la porcelana de tantos dientes chiquitos.
Uno cree en lo que quiere creer, más allá de cualquier desencanto.
Y como dijo un amigo mío, es hermoso transcurrir por la vida, que con su corriente nos arrastra, saltando de fantasía en fantasía, como quien vadea un río saltando de piedra en piedra...
Eso nos ayuda a vivir